Mis 23 puntos, por Marcela Chacón
1. Nací el 4 de noviembre a las cuatro de la mañana, en la sala cuatro, soy la cuarta hija y mi segundo nombre es Sara, por tener cuatro letras. El cuatro para mí es un ícono.
2. Creí que moriría al cumplir los 40, luego los 44... y luego los 48. No morí hasta hoy, y estoy muy contenta.
3. Desde la infancia, la enfermedad me enseñó que la muerte es natural.
4. No hay nada que me guste más hacer, que escribir lo que se me antoja y volver cada vez más precisa y clara mi expresión.
5. Sin embargo, estar alerta cada instante me es más pleno que escribir.
6. La mirada cruda y compleja sobre lo real en mi juventud me llevó a dimensiones indecibles –porque ahí, se carece de lenguaje– se constituyó en mi campo de batalla, luego, en sendero que dio hermosos frutos a mi existencia.
7. Hay tres cosas que me son imprescindibles para estar bien en el día a día: café, música, y largos ratos de solitud.
8. He amado apasionada y deliciosamente, en cuerpo y alma.
9. Severa y racional conmigo misma, por duelo amoroso me autoexilié años. ¡Qué exceso de lecturas románticas europeas...!
10. Considero que ser madre es una decisión, no una condición. Y un viaje maravilloso.
11. A estas alturas del partido, me siento un armadillo, con caparazón, pezuñas, medio ciega y toda la cosa.
12. Sé volar, pero lo olvidé y quiero recordarlo.
13. Poseo un olfato privilegiado. Pronostico la lluvia, adivino quién se boleó los zapatos o fue al dentista hace una semana -información muy útil, como puede apreciarse-, me ponen de mal humor los perfumes y afeites baratos. Por el olor, reconozco cuándo está listo un pastel o guiso; huelo el enojo, el abatimiento y la felicidad en los otros (se relaciona con la temperatura y color de la piel, también). Los olores me vuelven loba o cordero.
14. Extraño cocinar desde el mediodía en colectivo de amigos, buena música y alcohol. Y hacer la sobremesa hasta componer el mundo entero...
15. Cuando a los 18 años desde un avión y porque seguíamos al sol, contemplé un rojo atardecer durante varias horas, concluí que tal visión privilegiada daba por buena mi existencia entera. De entonces al día de hoy, he vivido 275,208 horas de regalo.
16. Me vivo en un medioevo postmoderno: la riqueza basada en la desinformación y manipulación masiva, la alimentación de quinta y pseudomedicina megamonopolios, la inmensa brecha habida entre ricos y pobres. Imagino un renacimiento.
19. Mis batallas que no terminan: contra argumentar mis prejuicios y romper día a día el hábito de estar quieta.
18. El equilibrio de la naturaleza, mi hijo, algunos libros y la experiencia me han enseñado que el ser humano tiende al bienestar, que incluye la bondad. Y que en los humanos, la teoría del más fuerte sigue siendo una justificación de quienes no se hacen responsables de sus actos.
19. Vivo a los árboles como seres con forma de enormes pulmones que conectan la tierra con el cielo: un lado enterrado, el otro asido al cielo abierto. Conforme los cortamos, separamos los amarres y vínculos vitales. Pretendo cuidar los que tengo alrededor y plantar tantos como pueda ver crecer.
20. Todavía me deslumbra tomar conciencia. Me maravilla ese poder humano.
21. He vivido experiencias que no pueden explicarse con el razonamiento habitual, el precario logro ha consistido en que cada vez las integro con mayor naturalidad a mi vida diaria.
22. Fue un alivio haber aprendido a no darme importancia y saberme prescindible.
23. Por experiencia propia, estoy convencida de que recordar la sencilla congruencia de la infancia, devuelve al camino y la esperanza.
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