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El cartapacio del alecrán

Juana / María Esther Pérez Feria

Juana / María Esther Pérez Feria

Juana

Custodiada de lúgubres servidores del silencio, contemplas los carcomidos recuerdos que gobiernan tu insomnio. No hay maullido ni ronroneo que te traiga de vuelta, sólo encuentras consuelo en las interminables caricias oscuras de incondicional tibieza. Qué se hizo de tu sonrisa gacela, de tu voz de alondra en la más alta rama posada, de tus pasos desnudos y alegres a la intemperie. Tu mirada ahora se pierde más allá de paisajes agrestes, donde una bruma de palabras ahogadas desdibuja tus sueños.

Si aún escuchas latir tu corazón, vierte tus lágrimas en una caja transparente. Échalas a navegar sobre aguas nuevas. Que viajen hasta el mar, donde sirenas de cabelleras iridiscentes curan, con su canon, estridentes obsesiones y desamores crónicos.

Sin contar las noches, intuye el amanecer definitorio. Cuando llegue, asómate a la ventana, para sentir la brisa de un cuento fabuloso que no habías escuchado nunca, aunque lo hayas escrito, incansable, días y noches.

Llegado el día, baja de la torre, despójate de ese vestido de loca ausente, y vuelve a corretear a las mariposas entre los campos de blancas flores. Deja marchar tus miedos reptantes. Vuelve a escuchar la música que visita tu jardín. Deja que el viento vacíe tus muros de ruidos ajenos. Ve cómo se abre la puerta de metal, detrás de la cual se halla preso el brillo de tus ojos. Mira cómo saltan los gatos tras la ilusión de infinitas aves.

 


Guarded in gloomy silence servers, contemplate the moth-eaten memories that govern your insomnia. No Meow or purr that you bring back, you only find solace in the endless dark caresses of unconditional warmth. What became of your gazelle smile, of your lark voice on the highest inn branch, from your naked and joyful steps outdoors. Your gaze is now lost beyond wild landscapes, where a mist of words drowned blurs your dreams.

If you still hear your heart beating, pour your tears in a transparent box. Take them to navigate new waters. That he travel to the sea, where sirens of iridescent hairs heal, with his cannon, strident obsessions and chronic heartbreaks.

Not counting the nights, intuits the defining dawn. When you arrive, look out the window, to feel the breeze of a fabulous story that you had not heard never, even if you have written it, tireless, days and nights.

The day arrived, low down the tower, strip out you of that crazy away dress, and chase again the butterflies among the fields of white flowers. Let go your crawling fears. Back to listen to the music that visit your garden. Let wind to empty your walls from outside noises. See how open the metal door, behind which the brightness of your eyes is imprisoned. See how cats jump after the illusion of countless birds.

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