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El cartapacio del alecrán

...de posada, en posada

...de posada, en posada

A principios del mes de diciembre, mi terruño huele a buñuelo sumergido en cazuela de barro y cubierto con miel de piloncillo, en su jardín central titilan bulliciosas lucecitas de cinco, seis y hasta siete colores, enmarcando el gran portal resguardado por ángeles, pastores y borregos; el pesebre, aún vacío, destella luz dorada que realza la belleza de María y la penumbra oculta el cansancio de José; de una a otra calle penden adornos navideños: nochebuenas, velas y campanas; en los cuatro puntos cardinales, formadas una tras otra, las piñatas: estrellas de siete picos, oscilan cadenciosas, como ensayando para recibir los palos y deshacerse de los pecados capitales y derramar gracias y esperanzas; cuando el sol se ha retirado y el viento fresco invita a ponerse el jorongo, comienza a escucharse el flautín y el tamborcillo que a las mojigangas hace danzar, el tamborileo repetitivo e interminable anuncia que el Carro de La Posada iniciará su recorrido y que una vez más, el negro ladino les dará con la puerta en la nariz a los Santos Peregrinos.

A vuelo de pluma te platico que así son las noches previas a la Nochebuena, las noches de posadas en mi ciudad. “El Carro de La Posada” es parte del desfile de Carros Bíblicos que se realiza el 24 de diciembre de cada año. El primer desfile de Carros Bíblicos fue la noche del 24 de diciembre de 1826 y se realizaron en carretas tiradas por bueyes, años después los bueyes fueron sustituidos por mulas y actualmente son plataformas enganchadas a tractores.

En cada carro se representa en vivo un pasaje bíblico, desde El Paraíso hasta El Nacimiento de Jesús, en ellos participan niños y niñas de todas las edades. En el de La Posada, se escenifica precisamente a María sentada en un burrito jalado por José, van tocando puertas, buscando abrigo y un negro burlón y grosero siempre se los niega, pero los ángeles no se rinden e insisten en cantar para convencerlo, por supuesto nunca lo logran y así noche a noche las vocecillas se mezclan con el barullo y en algún momento se callan para recibir los aguinaldos que a su paso la gente les entrega.

En la Navidad de 1889, según el diario oficial “La Sombra de Arteaga” de Dic. 31/1889, desfilaron catorce carros y el recorrido terminó en la madrugada del día 25.

Estos carros bíblicos se han arraigado en el corazón del pueblo, los niños que participan se preparan ensayando y cuando llega la Nochebuena y se colocan el traje que usarán, todo es magia y alegría.

Cada carro lleva delante de sí, de cinco a ocho músicos (aclaro: los músicos van caminando) y cada músico es asistido por su “atrilero”, éstos son chiquillos que aprovechan treparse al tractor y disfrutar el espectáculo, mientras los músicos acompañan los coros y bailes, para después continuar con su misión de cargar el atril y a veces el estuche del instrumento.

El desfile es antecedido por las mojigangas, altas y coloridas figuras huecas elaboradas con papel maché, carrizos y anilinas; en ellas personifican a gente famosa, pero por si queda duda de identidad, en la parte posterior le escriben su nombre: Cantinflas, El Santo, Capulina… a veces con faltas de ortografía: miqui maus, el Chabo, chavelo…, nunca faltan: La bruja, La muerte, El diablo… Las mojigangas alcanzan los dos o dos y medio metros de altura, los niños que las hacen bailar se introducen en ellas, las levantan y al bailar ellos, las mojigangas danzan al ritmo que los chicos se mueven, les queda justo en la cara una pequeña ventana que les permite ver y, forzadamente, por ahí sacan la mano para recibir las monedas y la fruta que la gente les obsequia; su danza es circular, al compás del interminable tamborileo acompañado por un flautín de carrizo, ejecutados ambos instrumentos, con destreza y sentimiento por una sola persona.

…y así, entre ponches, serpentinas, confeti y colaciones transcurren los nueve días de las nueve jornadas, llegada la Nochebuena, la mesa de engalana con el mejor mantel, las viandas recién cocinadas ofrecen bacalao, romeritos y tamales, las copas esperan la sidra, luces de bengala semejando estrellas iluminan las sonrisas, en el mejor lugar de la casa, bajo las ramas del pino el pesebre ya está ocupado ... ...a lo lejos, los repiques invitan a la misa de gallo, la magia de la Nochebuena nos arropa y en entrañables abrazos se reafirman lazos, promesas, sueños y esperanzas.

PIPE
Querétaro, Méx. diciembre, 2003

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