Sueño / Martha Aída Castañeda Pérez
Desde lo alto el bosque parece una alfombra de verdes claros y luminosos. Desciendo un poco y la alfombra adquiere volumen: borlas de hojas reflejan la luz al compás de un suave viento, otras se mecen complacidas a su amparo. Luces y sombras. Me acerco y el bosque no es tan tupido, manchones de sol lo atraviesan por doquier, veo un sendero. El sendero rodea un peñasco de salientes redondas con arbustos y piedras desnudas, el musgo se agarra como una mancha de agua que se extiende sobre papel. El sendero conduce a un arroyo azul y tranparente que canta risueño mientras sus aguas se alejan y otras llegan retozando.
Y ahí estoy yo, muchacha, sentada en una roca. Llegué ahí andando descalza y ahora sumerjo mi pierna en las aguas cristalinas. Mi pantorrilla dentro del agua se ve bien torneada, parece como si hubiera sido moldeada en cristal, es más transparente que el agua que la rodea para seguir su camino. Al mirar el interior de mi pierna hallo pececitos de colores que se pasean entre algas, ¡todo un mundo de vida dentro! Me sorprendo y no pienso nada, la saco del agua y aparece normal, la vuelvo a meter y ahí está de nuevo ese mundo acuático y sereno que termina en perfecto corte circular justo en el límite del agua, el contraste es fabuloso: suave cristal que contiene un mundo acuático y piel bronceada que me contiene.
No veo mi pie pero siento el agua fresca correr entre mis dedos. No sé qué pensar aún soñando, siento evocaciones antiguas, intuyo mágicos secretos y disfruto una frescura deliciosa.
Matías Romero, Oaxaca, junio 2014.
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Maria Antonieta -