Descanso / Ma. del Carmen Chacón E.
Abrió los ojos y percibió al mismo tiempo la oscuridad y el golpeteo de la lluvia. También soplaba el viento. Con los ojos abiertos esbozó una sonrisa, pues el clima la seducía a no hacer otra cosa que escribir, escribir, escribir. Escribir lo que fuera: su diario, la lista del mandado, traducir un ensayo, inventar un cuento, contestar alguna de las cartas que habían quedado pendientes, escribir una plegaria para sus hijos, o escribir lo que acababa de soñar, tal como tuvo que hacerlo cuando decidió ir al psicoanalista. Antes de escribir, era la música. No podía escribir nada, si no escuchaba música. ¿Revueltas?, ¿Mozart?, ¿Cri-Cri?, ¿Verdi?, ¿Santana? Pero antes de ponerse en obra, quería saber qué hora era. Recordaba que se había ido a dormir más cansada que de costumbre. En ese momento todo le apretaba. Extrañó su pijama. ¡Eso era! Usaría su pijama para escribir y andaría todo el día descalza. Arreció la lluvia, así no disfrutaría de la música ni podría escribir a gusto. Dormiría unas horas más, de cualquier manera, se sentía todavía cansada. Escuchó la respiración profunda de su fiel Remo. Y volvió a quedarse dormida.
Remo se agotó de ladrar y chillar y se quedó dormido bajo el aguacero, sobre la tumba de quien lo cuidó, esperando que algún día ella regresara y escribiera algo para él.
Remo se agotó de ladrar y chillar y se quedó dormido bajo el aguacero, sobre la tumba de quien lo cuidó, esperando que algún día ella regresara y escribiera algo para él.
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