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El cartapacio del alecrán

De viaje / Marcela Chacón

De viaje / Marcela Chacón

Ayer viajé en un autobús hacia mi ciudad. No sé si en otros países también, pero en México las compañías de autobuses foráneos programan y proyectan películas comerciales una tras otra hasta las once de la noche. Quiero creer que su intención es hacer más cómodo el viaje. Como el recorrido era de nueve horas durante el día,  imagino que estaban programadas al menos cinco películas. Sí, mucho.

            Para abrir boca nos pusieron una película sobre un asaltante de bancos gringo, ubicada en los años treinta. Buen guión, creíbles actuaciones, bien ambientada, muchos balazos, sangre, varios muertos y nosotros los espectadores con la gana de que no hallaran al robabancos y a su chica, muy guapa. Terminó.

            Luego empezó Asesino en casa, bien ambientada, buen guión  y actores, mucho suspenso, escenas habladas del descuartizamiento de una familia por el asesino serial del cual no había pistas ni foto, y con quien la protagnista principal empieza una relación... La narración de los asesinantos previos, detallaban puntos y comas sobre cómo el asesino preparaba el sitio y a sus víctimas.

            Vi que mi compañero de asiento -un hombre de más de 30 años- intentaba no verla conectándose literalmente a su reporductor de música, pero el volumen estaba tan alto y teníamos tan cerca la pantalla que era imposible no hacerlo. Dos hombres mayores aún, y sentados en los asientos contiguos, intentaban platicar pero también quedaban atrapados en las notas de suspenso de la música y sus escenas. Llegamos a una ciudad intermedia y casi todos los pasajeros bajamos para estirar las piernas, ir al baño, comprar un alimento, y yo: para dejar de ver esa película al menos durante el tiempo que durara la escala; mientras fantaseé que al regresar el dvd estuviera averiado y ya no se pudiera programarla. Ya alguna vez me había tocado que así pasara.

            Al subir y ponerse en marcha el camión, hubieron algunos minutos en los que el conductor tecleó en el tablero. Y sí: ahí siguió, justo donde la dejamos. - Ah, chingá. Yo pensé que ya no iba a pasarse... –dijo un muchacho de unos 19 o 20 años que iba asientos detrás, con un amigo. Ambos vestían de un modo que de moda, como chavos banda: mezclilla rota, cabellos peinados con picos, aretes y cadenas. Y añadió: - No me gustan esas películas de asesinos.

- ¡Ya! ¡No seas choto! le dijo su amigo y ambos rieron con ganas, para después agregar:

- No, a mí tampoco me gustan. A mi chava sí, a Julieta. Y volvieron a las risas.

... La película volvió y los pláticas, risas, y actividades de los pasajeros lentamente retornaron al ambiente callado del cine móvil. Después de media hora más de sangre, cirstales rotos, cuchillos, muertos y mallugados, por fin terminó.

            Y vino la tercera oferta: no recuerdo el nombre pero era sobre una pareja de recién casados que iba de viaje de bodas a las islas de Hawaii, y ya en pleno viaje e internados dentro de la selva se enteran que hay una pareja asesina, que días antes y por esos mismos sitios, había descuartizado a otros recién casados. Varios de los pasajeros comentamos que era el colmo lo monotemático de la programación... pero pasó completita. No puedo mencionar su buen guión, porque de inicio a fin el argumento fue tan chafa, y los recursos narrativos tan sacados de la manga, que al menos no nos obligó  a seguir la secuencia de la historia, sino a saltos. Igual: sangre, cuchillos, gritos, suspenso y escenarios paradisíacos. Terminó: seis horas y media de viaje de nueve; faltaban tres más.

            La pantalla de nuevo en negro y de nuevo los créditos y... otra película de asesinatos. No, dijimos varios sin pensarlo. Me paré y le pedí al chofer que la quitara. Supuse que recibiría un alúd de quejas, pero todos acogieron bien la propuesta.  

– Pero yo no las programo. No es mi culpa –dijo. No, si no se trata de culpas, nomás que no queremos verla. Y el aparato y sus múltiples pantallas se fueron una a una desconectando.

            El camión tomó otra tesistura. Había charlas, hubo dos lugares donde hasta prendieron la luz para leer, de nuevo risas y empezó a oler a torta de jamón. Otros recibieron el sueño con más facilidad y roncaban al poco rato. Sentí cercanía y familiaridad con mis compañeros de viaje, y hasta ese momento sentí que estaba de viaje; pegué la cara al vidrio: la noche comenzó a oscurecer el paisaje no sin antes dejar tonos ocres y rojos, luego azules y morados a su paso en las nubes, árboles y arbustos, casas y pasto. Aparecieron también las veloces luces de los faros, pueblos y ciudades, y en el cielo negro las estrellas, que es más fácil verlas si no las miras de manera directa. Al compás del run run del camión, lejos, escuché la radio del conductor y me quedé dormida sin notarlo.

Marcela Chacón

 

De viaje

(English version)

Yesterday I boarded a bus to my town. I do not know if in other countries also do the same, but in Mexico bus companies present foreign commercial films, one after another until eleven o’clock at night. I believe that his intention is to make the trip more comfortable. As the course was nine hours during the day, I imagine that were scheduled at least five films. Yes, a lot.

            As an appetizer we got a movie about a bank robber, located in the thirties. Good script, believable performances, well set, many bullets, blood, several dead and we, the audience, with the desire that the thief and his girl, very pretty, were found. The film finished.

            Then began Murderer at home, well set, good script and actors, a lot of suspense, spoken scenes of dismemberment of a serial murderer family for which there was no picture clues, and the main actress who begins a relationship with him... The story of the previous deaths, detailing how the murderer was preparing the site and its victims.

            I saw my seatmate, a man of more than 30 years trying not to see it, he literally connected to his mp3 device, but the volume was so high and we were so close to the screen, that was impossible not to see it. Two men, older still, and sitting in adjacent seats, tried to talk but were trapped in the high notes of suspense and music scenes. We arrived at an intermediate city and almost all the passengers got off to stretch legs, go to the bathroom, buy a meal, and I just want to stop watching that movie, at least that amount of time: while I fantasized that when we returned to the bus, the dvd were damaged and no longer could reschedule. Once, in another trip, it just happened.

            Going up and start the truck, there were several minutes where the driver clicked on the board. And yes, there followed, right where we left off. - Ah, chingao. I thought it was not going to go continue ... Said a boy about 19 or 20 years old, seated behind with a friend. Both dressed in a way that anyone had thought they were banda kids: denim broken hair spiked hair and chains. He added: - I do not like those movies of murderers.

- Ya! Do not be a kid! said his friend and they both laughed heartily. Then add:

- No, I do not like also. My girlfriend like them, Juliet. And again the laughter.

... The film again and talks, laughs, and activities of the passengers slowly returned to the quiet environment of mobile cinema. After half an hour of blood, broken cirstales, knives, dead and bruised, finally ended.

            Then came the third offer: I do not remember the name but it was about a newlywed couple going on honeymoon to the islands of Hawaii, and already in full travel and boarding in the forest they find that there, a couple murders, which days before and on the same sites, dismembered other newlyweds. Several of the passengers commented the monotemathic film programme ... but we see it, entirely. I can not say this time that a good script, because from start to finish the film was so crappy, and narrative resources were so baseless that at least succeeded in not bound us to follow the sequence of history. The same as usual: blood, knives, screaming, suspense and idyllic beach landscapes. Finally ended. Six hours of travel, nine, missing three more.

            The black screen again and again in the credits. .. a film of murder. No, said a number of passengers without thinking. I asked the driver to take it away. I figured that I would receive an avalanche of complaints, but all gladly received the proposal.

- But I do not I program. Is not my fault, he said. No, it is not your blame, we just do not want to see it. And the device and multiple displays went one to one switching off.

            The truck took another tesistura. There were talks, there were two places to lit the light for reading; laughs and somewere began to smell like torta. Others were more easily sleep and snoring a little while. Proximity and familiarity I felt, I felt I was traveling and regard gladly by the glass window. The night began to darken the landscape, splashing ocher and red, then blue and purple in its path in the clouds, trees and shrubs, and grass houses. There were also the swift headlights, towns and cities, and in the black sky: the stars, easier to see them if you do not view directly. The beat of the truck and the drivers radio make me fell asleep without noticing it.

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