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El cartapacio del alecrán

Relato

Diosa de la montaña / Mountain goddess

Diosa de la montaña / Mountain goddess

 

Los triquis tenemos una diosa que se llama I’an kï’ij, que quiere decir: diosa de la montaña. Se cree que la mencionada diosa anda vagando en las montañas, principalmente en lugares feos y en donde hay muchos ocotales, ya que le gusta divertirse subiendo y bajando los árboles; se cree que es dueña de todos los animales silvestres, por lo que es necesario pedirle autorización para salir de cacería.

I’an kï’ij tiene aparencia humana, pero su pueblo se está exterminando y por tal motivo trata de conquistar a los hombres engañándolos con el sexo. La maña que utiliza es tomar la aprariencia de la esposa de alguno de los campesinos que salen a trabajar en la montaña, y ella les lleva comida. En otras ocasiones se disfraza de una novia muy bonita para excitar a los hombres y hacer el amor con ellos en el monte, con el objeto de embarazarse y reproducirse.

Los que se descuidan y hacen contacto sexual con ella se mueren a los pocos días. Por esta preocupación los campesinos tienen que andar preparados y atentos. Cuando llega la esposa a dejar la comida, se tiene que observar muy bien para notar la diferencia. La diosa de la montaña solamente tiene dos diferencias muy notorias para detectar: una es de que no tiene rodillas sino que tiene las piernas rectas; la otra es que no usa trenza sino que siempre anda con el cabello suelto.

Para protegernos del engaño de esta diosa, andamos con sal, chile, tabaco y ajo.

De noche o cuando hay mucha neblina, la diosa se acerca muy despacito detrás de las casas para escuchar las pláticas. Lleva la intención de aprender el triqui; también aprovecha para escuchar a dónde va el marido al día siguiente para seguirlo y engañarlo.

Cuando algunas familias son muy descuidadas y dejan a sus hijos solos en la casa y se van al trabajo, esta diosa llega y empieza a jugar con los niñitos para ganar su confianza; en ocasiones se aprovecha para llevar a los niños a su casa, que es una cueva muy bonita; les da de comer, juaga con ellos y luego los regresa a la casa de sus padres.

Una señora me platicó que andaba cuidando sus chivos en la montaña y de repente le agarró sueño. Cuando despertó vio una mujer le estaba sonriendo. La señora quiso salir de ese lugar pero ya estaba dentro de una cueva y ahí estuvo un mes con la Diosa de la montaña. Platica que estuvo enseñando la lengua triqui a la diosa.

La Diosa de la montaña tiene una canción especial que le compusieron los artistas triquis; la cantan para llamarla y para venerarla.

Recopilación: Pablo Hernández Cruz

 

The Triqui have a goddess called I’an kï’ij, which means Goddess of the Mountain. It is believed that the mentioned goddess wanders in the mountains, mainly in ugly places where there are many ocotal, because he likes to play up and down the trees, it is believed that owns all wild animals, so it is necessary ask permission to her to go hunting.

I’an kï’ij has human appearance, but its people are being exterminated and that is why she cheat men and conquer them by sex. The skill that is used look like the wife of one of the farmers who go to work on the mountain, and she brings them food. At other times disguised as a girl too pretty to turn men to have sex with them in the bush, in order to get pregnant and reproduce.

Those who are careless and make sexual contact with her die within a few days. For this concern farmers have to go prepared and vigilant. When he gets the wife to leave the food, they have to look well to notice if there are differences. The Goddess of the Mountain only has two very noticeable differences to detect: one is that he has no knees but his legs are straight, the other is no braid instead, she walks with her hair down.

To protect ourselves from the deception of this goddess, we walk with salt, chile, and garlic snuff.

At night or when there is a lot of fog, the goddess comes very slowly behind the houses to listen to talks. Bring the intention of learning the Triqui, also takes the opportunity to hear where does the husband will do the next day, to follow and deceiving him.

When some families are very careless and leave their children alone at home and go to work, this goddess comes in and starts playing with the little children to gain their trust, sometimes is used to take the kids to his house, which is a very nice cave, feeds them, playing with a them and then return to the home of his parents.

A lady told me who was tending his goats in the mountains and suddenly grabbed her sleep. When he awoke he saw a woman was smiling. The lady wanted to leave this place but she was inside a cave and stay there a month with the Goddess of the Mountain. Talk Triqui language that teach to the goddess.

The Goddess of the mountain has a special song that was composed by Triqui artist, the call her and sing to worship her.

 

Collection: Pablo Hernández Cruz

El Runa Simi o habla de la gente / Sebastián Salazar Bondy / The Runa Simi or people's word

El Runa Simi o habla de la gente / Sebastián Salazar Bondy / The Runa Simi or people's word

A la muerte de Huayna Cápac, penúltimo Inca, cuyo gobierno transcurrió probablemente ente 1943 y 1527, el Tawantisuyo abarcaba, de acuerdo a las apreciaciones de Rowe[1], desde el río Ancasmayo, en Colombia, hasta el río Macule, en Chile, y desde el Océano Pacífico hasta Tucumán, en la Argentina. En esta vasta área de un millón ochocientos mil kilómetros cuadrados, vivían no menos de dos millones de habitantes dentro de un régimen colectivista-agrario y bajo la autoridad de un emperador absoluto.

El Runa Simi (habla de la gente) era el idioma que hablaban los habitantes de aquella inmensa nación, administrativamente dividida en cuatro grandes regiones. Hoy conocemos dicha lengua con el nombre de la tribu cusqueña que creció hasta  dominar el gran territorio: el quecha. Ella continúa siendo el medio de expresión habitual de indios y mestizos (cholos) del Perú, Bolivia y Ecuador, cuyo número, según un cálculo moderado, asciendeal momento [1978] a cinco y medio millones de personas. Como es natural, una ingente literatura se conserva y renueva en la cultura del pueblo quechua, pastor y labriego por tradición, de los tres países; y abnegados y acuciosos investigadores registran, clasifican y analizan ahora ese testimonio oral.

Pero la mayoría de los poemas de la civilización incaica –que entre los personajes más destacados de su vida pública y socia tuvo a los harawicus, poetas populares, unas veces; letrados o amautas, otras –se ha perdido irremediablemente: “Como una gran parte (de la literatura) se refería a la ideología religiosa antigua –escribe Mason-[2], fue condenada o reprimida por el clero europeo junto con la literatura puramente religiosa. Los pocos ejemplos que se conservan dan idea de unos sentimientos elevados y una gran belleza de expresión, llena de alusiones a fenómenos de la Naturaleza”.

Casi todos los cronistas señalan la imortancia que tuvo la poesía entre los incas, la cual, generalmente, fue entonada al compás de músicos y danzas; mas sólo unos pocos entre ellos recogieron muestras de aquel acervo. En especial lo hicieron con los grandes himnos (Garcilaso, Cristobal de Molina, Santa Cruz Pachacuti) o con los cánticos de amor o de la faena campestre (Garcilaso, Cuamán Poma de Ayala).

El resto de la produccción fue, como queda anotado, proscrita y desapareció en el olvido. La ausencia de una escritura siquiera elemental –puesto que las pictografías y los petroglifos denominados quilcas permanecen todavía herméticos a la indagación –contribuyó a hacer más grande el naufragio. Sin embargo, lo que queda en las crónicas y lo que, no obstante la acción de los siglos y de la transculturación aborigen, sobrevive en el llamado folklore, permite desplegar un panorama y contenidos poéticos que posiblemente cultivaron los legendarios harawicus. (...)

La poesía quechua responde perfectamente a la concepción del mundo “fluido y superpoblado” del hombre andino que observara Louis Baudin[3], merced a la cual todo es viviente: piedras, vegetales, montañas, estrellas. Todo ahí está penetrado de espiritualidad o envuelto en una atmósfera de presencias irreales. El alma sensible del adorador de la divinidad o del nostálgico enamorado percibe aquellas imponderables esencias y las incorpora a la oración y al canto.

Pueblo imperial pero pacífico y civilizaodr, movido en sus actos individuales y colectivos por el principio de que la sociedad debe organizarse para el bienestar de sus miembros, el quechua fue severo en su legislación pero nunca llegó a ningún odioso exceso: sus dioses no eran sanguinarios, sus instituciones no discriminaron ni humillaron a los extraños, sus monarcas y jefes políticos y militares dilataron las fronteras del Tawantisuyo únicamente  como una suerte de empresa bienechora. Este generoso impulso lo perdió, puesto que el imperio acogió a los españoles como posibles amigos e inocentemente sucumbió a la conquista. (...)

Como es lógico, una lengua sumamente plástica, de variados sonidos guturales y consonantes dobles, cuya conjugación verbal se consuma por prefijos y suficjos, se sintaxis inflexible pero capaz de crear facilmente nuevas voces, no admite la fiel traducción de su poesía plena de alteraciones y síncopas, ligada a un singular música pentafónica y sin modulación[4].

Fragmentos tomados de: Salazar Bondy, Sebastián (1987) Nilda Finetti (Coord.) Poesía quechua. Buenos Aires, Galerna. Col. Aves del Arca.



[1] John H. Rowe. Inca Culture at the Time of the Spanish Conquest, Steward, Handbook of South American Indians, t. II.

[2] J. Alden Mason. Las antiguas culutras del Perú, Fondo de Cultura Económica, México.

[3] Louis Baudin, La vida cotidiana en el tiempo de los últimos incas. Librería Hachette, Buenos Aires.

[4] “Uno queda confundido ante la imaginación indígena que sabe con medios rudimentarios expresar con tal diversidad y tal fuerza los grandes movimientos del alma.” R. y M. D’Harcourt. Citado por Baudin, op. cit. A los insturmentos aborígenes el indio ha incorporado, previa adecuación, el arpa, la guitarra y el violín.

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Kematian Huayna Capac, Inca terakhir, pemerintah yang mungkin terjadi antara 1943 dan 1527, Tawantisuyo tertutup, menurut penilaian Rowe [1], dari Sungai Ancasmayo, di Kolombia, sampai Sungai Macule, Chili, dan dari Samudera Pasifik hingga Tucumán, di Argentina. Di daerah ini luas satu juta delapan ratus ribu kilometer persegi, adalah tidak kurang dari dua juta penduduk dalam rezim colectivista-agrario dan di bawah kekuasaan mutlak Kaisar.

Română (orang-orang yang berbicara) adalah bahasa yang mereka berbicara penduduk bangsa ini luas, secara administratif dibagi menjadi empat wilayah utama.Kita sekarang tahu bahwa bahasa dengan nama cusqueña suku yang tumbuh untuk mendominasi wilayah besar: quecha. Dia terus menjadi sarana ekspresi reguler dari India dan mestizo (Cuenca) Peru, Bolivia dan Ekuador, nomor, perkiraan moderat, yang asciendeal waktu [1978] untuk lima setengah juta orang. Tentu saja, sastra besar terpelihara dan diperbarui dalam budaya orang quechua, pendeta dan petani oleh tradisi, tiga negara; didedikasikan dan peneliti acuciosos direkam, diklasifikasikan dan dianalisa sekarang bahwa kesaksian lisan.

Tetapi kebanyakan dari puisi dari peradaban Inca - bahwa di antara angka-angka yang paling relevan dari kehidupan publik dan mitra membawa ke harawicus, penyair populer, kadang-kadang; pengacara atau amautas, orang lain - yang putus asa hilang: "seperti sebagian besar (sastra) mengacu ideologi agama kuno - menulis Mason-[2], mengutuk dan ditekan oleh klerus Eropa dengan sastra murni agama.""Beberapa contoh hidup memberikan gagasan tinggi perasaan dan keindahan besar ekspresi, penuh kiasan terhadap fenomena alam".

Hampir semua penulis sejarah menunjukkan imortancia yang memiliki puisi di antara suku Inca, yang biasanya dilakukan untuk mengalahkan musisi dan tarian; tapi hanya sedikit di antara mereka dikumpulkan sampel acquis. Mereka terutama melakukan besar (Garcilaso, Cristobal de Molina, Santa Cruz Pachacuti) himne atau chants untuk cinta atau negara (Garcilaso, Cuamán Poma de Ayala).

Seluruh produksi itu, seperti yang dijelaskan, dilarang dan menghilang terlupakan.Tidak adanya bahkan dasar menulis - sejak yang pictographs dan petroglif disebut quilcas masih kedap udara untuk penyelidikan - berkontribusi untuk membuat kecelakaan terbesar. Namun, apa yang tersisa di Narnia, dan itu, namun tindakan berabad-abad dan transculturation Aborigin, bertahan dalam dongeng tersebut disebut, memungkinkan untuk menampilkan gambar dan puitis konten yang mungkin dibudidayakan harawicus legendaris. (...)

Puisi Quechua menanggapi sempurna konsep "cairan dan penuh sesak" dunia manusia Andes yang mengamati Louis Baudin [3], rahmat yang semuanya adalah hidup: batu, tanaman, bintang-bintang. Segala sesuatu yang menembus spiritualitas atau dibungkus dalam suasana kehadiran tidak realistis. Jiwa sensitif pemuja keilahian atau kekasih nostalgia merasakan esensi-imponderable dan termasuk mereka doa dan bernyanyi.

Kekaisaran tetapi orang-orang yang damai dan civilizaodr, pindah dalam tindakan mereka individu dan kolektif oleh prinsip bahwa masyarakat harus diorganisir untuk kesejahteraan anggotanya, quechua parah dalam undang-undang tetapi tidak pernah mencapai kelebihan kebencian: dewa-dewa mereka itu tidak berdarah, lembaga-lembaga yang tidak didiskriminasi atau Dipermalukan luar negeri, Raja dan pemimpin politik dan militer diperpanjang batas-batas Tawantisuyo hanya sebagai semacam perusahaan bienechora. Momentum murah hati ini kehilangan, sejak Kekaisaran menyambut orang-orang Spanyol sebagai teman potensial dan polos menyerah pada penaklukan. (...)

Anehnya, sangat plastik bahasa, beragam gonggongan suara dan konsonan ganda, konjugasi verbal yang terwujud dengan awalan dan suficjos, sintaks tidak fleksibel tetapi dapat dengan mudah membuat suara baru, tidak mendukung terjemahan setia puisinya yang penuh dengan perubahan dan syncopation, terikat ke musik pentafónica unik dan tanpa modulasi [4].

Fragmen-fragmen yang diambil dari: Salazar Bondy, Sebastian (1987) Nilda Finetti (Coord.) Quechua puisi. Buenos Aires, Galerna. Kolonel burung tabut itu.


[1] John H. Rowe. Inca budaya pada masa penaklukan Spanyol, Stewart, Handbook of Indian Amerika Selatan, t. II.

[2] J. Alden Mason. Culutras kuno Peru, Fondo de Cultura Economica, Meksiko.

[3] Louis Baudin, kehidupan sehari-hari dalam waktu terakhir Inca. Perpustakaan Hachette, Buenos Aires.

[4] Salah satu adalah bingung dengan imajinasi pribumi yang tahu dengan rudimenter berarti Express dengan seperti itu dan mungkin akan memaksa gerakan besar jiwa." R dan m D'Harcourt. Dikutip oleh Baudin, op. cit. India telah dimasukkan insturmentos Aborigin

 

On the death of Huayna Capac, last Inca, whose government was probably fought between 1943 and 1527, the Tawantisuyo, according to assessments of Rowe, from the Ancasmayo River, in Colombia, until the River Macule, Chile, and from the Pacific Ocean to Tucumán, in the Argentina. In this vast area of one million eight hundred thousand square kilometers, were no less than two million inhabitants within a collective-agrarie regime and under the authority of an absolute Emperor.
Runa Simi (people’s word) was the language spoke by the inhabitants of this vast nation, administratively divided into four major regions. We now know that language with the name of the tribe cusqueña  grew to dominate the large territory: the Quecha. And it still remain the means of regular expression of Indians and mestizos (Cuenca) of the Peru, Bolivia and Ecuador, whose number, moderate estimate, today asciendeal [1978] to five and a half million people. Naturally, a huge literature is preserved and renewed in the culture of the quechua people, pastor and peasants by tradition, the three countries; and dedicated and acuciosos researchers recorded, classified and analysed now that oral testimony.
But most of the poems of the Inca civilization -that among the most relevant figures of his public life and a partner took to the harawicus, popular poets, sometimes;lawyers or amautas, others- is hopelessly lost: "As a large part (of literature) was referring to ancient religious ideology - writes Mason-was sentenced or repressed by European clergy with the purely religious literature." "The few examples surviving give idea of high feelings and great beauty of expression, full of allusions to phenomena of nature".
Almost all the chroniclers indicate the importance that had the poetry among the incas, which was usually performed with the beat of musicians and dances; but only a few among them collected samples of the acquis. They especially did large (Garcilaso, Cristobal de Molina, Santa Cruz Pachacuti) hymns or chants for love or country slaughter (Garcilaso, Cuamán Poma de Ayala).
The rest of the production was, as it is annotated, outlawed and disappeared into oblivion. The absence of even elementary writing -since that the pictographs and petroglyphs called Quilcas are still airtight to the inquiry- contributed to making largest wreck. However, what remains in the Chronicles, and that, however the action of the centuries and the Aboriginal transculturation, survives in the so-called folklore, allows to display a picture and poetic content which possibly cultivated the legendary harawicus. (...)
The quecha poetry responds perfectly to the concept of the "fluid and crowded" world of the Andean man who observed Louis Baudin, mercy to which everything is living: stones, plants, stars. Everything that is penetrated of spirituality or wrapped in an atmosphere of unrealistic presences. The sensitive soul of the worshipper of divinity or the nostalgic lover perceives those imponderable essences and includes them prayer and singing.
Imperial but peaceful and civilizator people, moved in their individual and collective actions by the principle that society should be organized for the well-being of its members, quechua was severe in its legislation but never reached any hateful excess: their gods were not bloody, its institutions not discriminated against or humiliated to outsiders, its monarchs and political and military leaders extended the borders of the Tawantisuyo only as a sort of wealth company. This generous momentum lost it, since the Empire welcomed the Spaniards as potential friends and innocently succumbed to the conquest. (...)

Surprisingly, a highly plastic language, varied guttural sounds and consonants double, whose verbal conjugation is consummated by prefixes and sufixes, with inflexible syntax that can easily create new voices, does not support the faithful translation of his poetry full of changes and syncopation, tied to a unique pentafonic music and without modulation.

 

Fragments taken from: Salazar Bondy, Sebastian (1987) Nilda Finetti (Coord.) Quechua poetry. Buenos Aires, Galerna. Col. birds of the Ark.

He aquí la memoria para el proceso / Anales de los Xahil

He aquí la memoria para el proceso / Anales de los Xahil

1. Aquí escribiré brevemente las palabras de nuestros primeros padres, [de] nuestros antepasados, de aquellos quienes nacieron los hombres de antaño, antes de que fuesen habitadas las colinas, las llanuras,cuando sólo existían los conejos, los pájaros, se cuenta, cuando habitaron las colinas, las llanuras, estos nuestros padres, nuestros antepasados, venidos de Lugar de la Abundancia, oh hijos míos.

2. Aquí escribiré las palabras de nuestros primeros padres, [de] nuestros antepasados, el primero llamado Volcán, el otro llamado Ventisquero. He aquí, se cuenta, las palabras que dijeron: "De allende el mar vinimos, del lugar llamado Lugar de la Abundancia, en donde fuimos procreados, fuimos engendrados, por nuestros antepasados, nuestros padres, oh hijos nuestros"; [así] decían antaño los padres, los antepasados llamados Volcán, Ventisquero, venidos del Lugar de la Abundancia, los dos Varones de quienes nacimos, nosotros los Xahil ["(Los de las) Mansiones del Baile (ritual)].

 

 

(Seguiremos añadiendo los cantos).

Cozumel no existe / Marcela Chacón Ruiz

Cozumel no existe / Marcela Chacón Ruiz

Amo ver el mar del caribe, su verde esmeralda y azules intensos.

Recuerdo Cozumel, su tibieza uterina. Si me sumergía, con los ojos abiertos miraba una pequeña mantarraya oscura agolpar suavemente sus alas en la arena para esconderse de mí, o brevísimos peces, en miriada casi transparente, excepto por un largo trazo como de tinta china que los surcaba de extremo a extremo; y sus ojos.

Es decir, veía una larga gaza de puntos y rayas ondulándose y orientándose según mi movimiento. Al surgir del agua, un agradable calor quemante deslumbraba la mirada colgando de mis pestañas gotas fragmentando la luz del horizonte; otras, pequeñas y cálidas, resbalaban por mi cuerpo dejando a su paso diminutos granos de arena sobre mi piel.

Hace muchos años de esto. La playa entera olía a respiración marina. Con mi espontáneo amigo del hotel –que sólo vi esos cuatro días de vacaciones– perseguí pequeños cangrejos para coleccionarlos en un vaso y sorprendernos con sus ojos inesperadamente puestos en la punta de sus antenas; asombrados por los intensos colores de sus caparazones. Sí, los dejamos escapar. Seguramente empezaba ya en nuestras venas un inadvertido pulso en favor de la conservación de la diversidad de las especies. En el restaurante comimos tortuga –exquisita–, todavía no lo prohibían. Vuelta a la mar, a la alberca y de ahí a la playa a correr, a tatuar el arena o qué sé yo.

Qué plenitud. Qué sueño gentil entraba ya en la tarde por mi cuerpo recostada en un catre mientras el sol desaparecía lentamente al fondo de la llanura de azules ya oscurecidos y móviles. La risa de mi madre y carcajada de mi hermano –entonces un muchacho; el imparable mar, hablando, roareando su memoria y abrazo.

Me pertenecía Cozumel. O yo pertenecí a Cozumel. O al mar, más bien dicho.

¿O nosotros a la playa? ¿al caribe? ¿al planeta entero? Lo cierto es que Cozumel así se fue, hasta muchos años más tarde que volví.

¿Será que las costas o las islas son vórtices de lo inefable? Sitio donde el agua deviene en tierra y al revés: la escama en pelo, lo dulce en salado, la piedra en polvo, los huevos en semillas, las protuberancias calcáreas en troncos y hojas, las anémonas en plántulas, y ellas en palmeras, cocos, anfibios en peces y éstos en aves. Y de regreso: el manglar en costa, la costa en estero, en agua verde y cada vez más más verde y profunda. Sí, adormilada perdí mis límites en el atardecer, mecí mi cuerpo de niña en un sueño de agua primera. En la orilla, los perímetros desvanecen la consistencia. ¿Será por eso que en las costas la gente habla y las palabras se les derraman abiertas, cuajadas de sonoras vocales? La incandecencia del sol hace el contrapeso: la piel, el cuero, curtido para tornarse costra-caparazón, y endurecer el continente y así no diluirse en el agua salada. En la orilla uno se vuelve orilla. En Cozumel o Tulum, Maruata o La Ventana, Ferrabá, Marsa Maruth y Bondi, Brighton o Anse Soleil, porque la orilla, transmuta y tú, en ella.

Mientras no fui a Cozumel, la isla dejó de existir. Es más, no está ahora que vivo en esta tierra firme, húmeda y verde; no está en México. Oye –me dirás- pero quién te crees... ¿No existe porque no la vives tú? ¿Y todos los habitantes de la isla? Es más: la isla sin habitantes si quieres, sin uno solo: ahí está entera y quieta, enorme pedazo de suelo lamido una y otra vez por el agua de mar que le rodea, pululante de increíbles insectos, peces, aves. Y hasta lo que no se ve, la transparencia del aire y las substancias que lo conforman.

Y no lo puedes negar –me dices– atraviesan esta isla, ductos de drenajes y cables, también las construcciones de cemento. Caminos. Rejas. Letreros. Banquetas. Autos. Ahí está Cozumel. Claro que está.

Ok, sale, te contesto.

No llega aún a Cozumel, pero sí el mar del Golfo está enchapopotándose cada día más, con una inefable inmensa mancha ingenua que mana, que no sabe ni porqué salió de su lugar. Abraza con aceite negro y espeso todo lo que toca, ajena de sí en ese líquido ligero, vital y poblado. Su noche cerrada huele ácido, penetrantemente acre, a entraña de infierno abierto y pastoso que se unta en cada grano de coral y arena, cada pasto, roca, en cada minúsculo ser que encuentra y toca.

No más comentarios.

Al marinero / Ana Valderrama

Al marinero / Ana Valderrama Quisiera un mar, y ante él llevarte. Decir mientras te beso que eres lo más sagrado en esta vida mía. Hincarme frente a las olas y regalarte el reino entero de mi cuerpo. Sentir en mi mejilla la mano de tu amor, que me levante de la arena y me haga tu reina al tomarme tiernamente. Quisiera no más prisas, sólo olas en su ir y regresar y muy a tu lado volcarme loca a cada rato entre tus brazos y tus pies. Mojar la piel y los abrazos. Secar el cansancio y volver a bailar. Toda una mujer quiero ser para ti y tus deseos de niño. Quisiera que esto fuera eterno, entre detener el tiempo y vivir todas las vidas.



Más sobre la autora:

Más sobre la autora. A los dos años tuvo su primer y única partida de barba gracias a la poca fuerza de sus brazos y a su necedad de llegar al otro lado del pasamanos. En 1986, a los 5 años, vio en el cine Labyrinth de Jim Henson y quedó bastante fascinada con aquello de que el Rey de los Goblins se puede llevar a un hermanito menor si se lo pides correctamente; para entonces ella no tenía ninguno. En 1988 nació Emilio Tonalix. Por razones ajenas a su conocimiento el Rey de los Goblins nunca se llevó a Emilio Tonalix, aunque tampoco Ana hizo mucho el intento. Mientras que en Cuetzalan, en la sierra norte de Puebla, el mundo fue maravilloso, en Xalapa, Veracruz significó mudanza en 1992; la maravilla se mutó en un territorio más sombrío y hasta cierto punto nostálgico. Mundos al más puro estilo de Poe y Lovercraft, es decir fantásticos, vinieron a sustituir a hadas, duendes y milagros. En 1994 se enteró de varias cosas como Colosio, Marcos, Salinas y demás y entendió que el mundo es un caos andante. Durante sus tres años de preparatoria gustaba de usar el uniforme azul pastel y no tener que decidir qué ropa usar todos los días, sentarse en las banquetas –manía que aún conserva-, ir al cine a ver una película más de una vez –manía que aún conserva- como fue el caso de Seven de David Fincher (la cual vio tantas veces como el título), pedir café para llevar con azúcar y caminar con él por el centro –manía que aún conserva-, el gusto por platicar y desarrollar teorías sin ton ni son para que, no importa que tan convincentes sean, nunca creerlas del todo –manía que también conserva-. Época tal vez de forjar manías que ha mantenido bien conservadas. Después vino la carrera de Letras y el arte de malabarear con las palabras. En el 2000, como por acto de magia, Emilio Tonalix y la autora ya no hablaban idiomas tan distintos y se empezaron a entender mucho mejor. Los mundos al más estilo Poe y Lovercraft pasaron, cual herencia, a su hermano menor. Ahora él toca la guitarra, escucha música con nombres tales como Gothic, Melodic, Death, Black y demás Metal existente. Hace no mucho Emilio Tonalix pidió a la autora que escribiera algunas canciones para Orben, el grupo que está formando y sin más, ella creó una carpeta en su computadora con el título de Canciones para Tonalix.

Descanso / Ma. del Carmen Chacón E.

Descanso / Ma. del Carmen Chacón E. Abrió los ojos y percibió al mismo tiempo la oscuridad y el golpeteo de la lluvia. También soplaba el viento. Con los ojos abiertos esbozó una sonrisa, pues el clima la seducía a no hacer otra cosa que escribir, escribir, escribir. Escribir lo que fuera: su diario, la lista del mandado, traducir un ensayo, inventar un cuento, contestar alguna de las cartas que habían quedado pendientes, escribir una plegaria para sus hijos, o escribir lo que acababa de soñar, tal como tuvo que hacerlo cuando decidió ir al psicoanalista. Antes de escribir, era la música. No podía escribir nada, si no escuchaba música. ¿Revueltas?, ¿Mozart?, ¿Cri-Cri?, ¿Verdi?, ¿Santana? Pero antes de ponerse en obra, quería saber qué hora era. Recordaba que se había ido a dormir más cansada que de costumbre. En ese momento todo le apretaba. Extrañó su pijama. ¡Eso era! Usaría su pijama para escribir y andaría todo el día descalza. Arreció la lluvia, así no disfrutaría de la música ni podría escribir a gusto. Dormiría unas horas más, de cualquier manera, se sentía todavía cansada. Escuchó la respiración profunda de su fiel Remo. Y volvió a quedarse dormida.

Remo se agotó de ladrar y chillar y se quedó dormido bajo el aguacero, sobre la tumba de quien lo cuidó, esperando que algún día ella regresara y escribiera algo para él.

Ruido / Antonio Marín Ruiz

Ruido / Antonio Marín Ruiz Ulises sin sirenas. Así se sentía mientras se arrastraba por la vida tratando de evitar el ruido que tantos sufrimientos le hacían padecer. Los médicos más reputados no le creyeron, algún otorrino le trató de loco, pero él sabía que era cierto, la certeza de su sufrimiento era la mejor prueba. Cuando tomó la decisión de provocarse la sordera hubo de asumir que debería hacerlo por sus propios medios, y así lo hizo. El dolor fue menor del esperado, como premio pudo recuperar la paz del silencio. Pero ... el ruido había vuelto, era evidente que no podía oír, pero estaba ahí, monótono, constante, ganando en intensidad, devolviéndole a la locura.
Todo comenzó dos años atrás. Un ligero soniquete se escuchaba de fondo, una especie de deslizamiento continuo. No hizo demasiado caso los primeros días. Apenas lo percibía antes de dormir y luego desaparecía en medio de los ruidos cotidianos. Poco a poco fue creciendo en intensidad, tampoco hizo caso. Pensó en los problemas de columna y en los vértigos que ya había sufrido antes. Sin duda, se trataría de algo temporal, no merecía la pena perder un día de trabajo para ir al médico, ya pasaría.
En el transcurso de las semanas siguientes, el ruido fue ganando en intensidad, le costaba conciliar el sueño, no conseguía acostumbrarse al rumor constante de una especie de deslizamiento que iba a veces acompañado de otros sonidos más lejanos: un desagradable chisporroteo, un paño suave sobre un cristal, el deslizarse de una barquita sobre el agua estancada o el lejanísimo gigigigi de metal sobre metal.
Meses más tarde conocía ya la consulta del médico de cabecera y la de tres especialistas, sufrió las agujas de las analíticas, visitó cotidianamente la farmacia, se vio retratado en radiografías y visitó el interior del túnel del scanner del hospital universitario. Nada parecía ir mal, para su edad su cuerpo funcionaba como el mejor reloj de precisión. Sin embargo, el ruido seguía ahí y nada podía explicarlo, ni demostrar su existencia. Para entonces los sonidos, cada uno de ellos, se habían ido haciendo más intensos, dormir era todo un reto sólo posible gracias a la ingestión de somníferos. La visita al psiquiatra supuso toda una rendición sin condiciones, contraria a convicciones y a miedos profundos; y no hizo sino agravar una situación que hasta entonces supo contener. La negación del ruido o la simple sugerencia de su no existencia le condujeron a un estado de irascibilidad que nadie había conocido antes en su persona. Empezaron a creerle loco, el aislamiento se fue haciendo cada vez mayor, en el lugar de los amigos de siempre se veían ahora espacios vacíos.
Su vida, de natural solitaria, se tornó más sola aún. La baja laboral se alargó y alargó, la desocupación dejaba paso sólo a una idea fija, la de ruido. Podía distinguir el matiz de cada sonido ya insoportable, cómo variaba la composición de los ruidos presentes en cada momento a lo largo del día y cómo influían en sus cambios de carácter.
El eclipse de Luna le dio la clave del problema. Sorprendido, descubrió que mientras la Tierra se cruzaba entre el Sol y la Luna, el chapoteo de la barcaza sobre el agua del rápido se fue apagando, para volver a escucharse al final de aquella inusual conjunción astral. Ya no tenía a quién trasladar la hipótesis que cobraba fuerza en su mente: era el sonido producido por los astros más cercanos lo que escuchaba permanentemente. El continuo zumbido de fondo debía ser el de la traslación y la rotación de la Tierra, el chisporroteo diurno la actividad solar, el deslizamiento de la barcaza sobre aguas cada vez más bravas el giro de la Luna en torno a la Tierra y los pequeños sonidos metálicos el movimiento de los planetas más cercanos. Un pequeño estudio de un mapa astronómico le confirmó su teoría, ahí estaban Marte y Venus, y un poquito más lejos Júpiter, otros apenas perceptibles, debían ser planetas más lejanos.
Ideó mil y una fórmulas para demostrar que era esa la causa real de lo que otros creían locura. Se acercó con toda la esperanza a los viejos amigos, que poco a poco le fueron escuchando y aceptando que era cierto lo que decía. Paralelo a este proceso fue el de la vuelta a su ser normal en cuanto a costumbres, en todo menos en el mal, el ruido, que siguió estando ahí, aunque, a su parecer, menos insistente, menos agresivo.
La mejora fue un espejismo pasajero. El cúmulo de sonidos fue creciendo en intensidad: zum-zum-zum, chof-chof-chof, gi-gi-gi durante el día, zum-zum-zum, chap-chap-chap, gi-gi-gi durante la noche. Llegó a un punto insoportable. Conciliar el sueño se convirtió en una obsesión, las ojeras y la palidez se adueñaron de su rostro, perdió totalmente el apetito. De nada servían los tranquilizantes ni los tapones en los oídos; los sonidos, cada día más, parecían llegar a través de la solidez de su cuerpo y no a través del aire. No había nada que hacer. En un estadío de loca desesperación, previo a la total locura, decidió privarse de uno de sus sentidos: el oído. Los otorrinos negaron tal posibilidad, los cirujanos se negaron a intervenir.
Era lo único que podía hacer, eso o el suicidio ... y la cordura, aún no del todo perdida, cerraba la puerta a esta última posibilidad. Situó un pequeño punzón de punta roma en el interior de cada oído, a un grito apretó enérgicamente a ambos lados. Cuando recobró el conocimiento constató que apenas había sangrado, pudo moverse sin dificultad, el dolor era agudo, pero aún más fuerte era la sensación de paz. No podía escuchar nada. El silencio de la más plácida de las noches lo envolvía, lo llenaba todo. Pudo dormir.
No sin dificultades, se adaptó a la sordera en pocos meses. Aprovechó el tiempo libre de la baja laboral y la recuperada paz para estudiar con detalle el recuerdo de cada sonido y su correlato con el mundo del cosmos. Llegó así a alguna conclusión que resultó de verdadero interés para grupos marginales de la vida política y religiosa. El más llamativo, quizá, fue el ejercicio de demostración de la existencia de las esferas fijas en el camino hacia la práctica demostración tangible de la centralidad de la Tierra en un Cosmos ptolemaico. La realidad de una Tierra Centro del Universo, el Sol, la Luna y los Planetas girando en su entorno y el fondo eterno e inmóvil de las esferas fijas resumían, con ligeros matices, lo que había constituido su experiencia sensible durante dos años de obsesiva detestada escucha. No pudo entender, en un primer momento, que el relato de los resultados de su investigación diese lugar a un creciente movimiento de solidaridad en forma de invitaciones para contar su experiencia, e incluso de donativos para que continuara con su labor.
No fue necesario que pusiera coto a tanto desatino cuando alcanzó a darse cuenta de que era utilizado para fines que poco o nada tenían que ver con el sentido de su esfuerzo: explicar a otros y explicarse a sí las razones de su sufrida experiencia. El ruido había vuelto. Esquivó el sentido del oído y se infiltró a través de los otros sentidos: el olfato presentaba el olor a quemado del chisporroteante Sol y sugería su sonido; la Luna olía a agua salina y sugería el oleaje marino; el tacto de la comida sonaba a Venus y el de todo lo inorgánico a Marte, a Júpiter, a Saturno; las estrellas fijas eran gotas de lluvia sobre un cristal. La visión de cada punto de luz revelaba el movimiento de la Tierra y los ruidos que le acompañan; el entendimiento, sentido en cada célula de su cuerpo, mostraba un todo de armónica aparente desarmonía de ruidos reales.
Pocos se extrañaron por el fatal desenlace de tan largo proceso de enloquecimiento. En su tumba puede leerse:

En la vida,
somos ruido;
en la muerte,
busco el silencio de los astros.

Ulises sin sirenas. Así se sentía mientras se arrastraba por la vida tratando de evitar el ruido que tantos sufrimientos le hacían padecer. Los médicos más reputados no le creyeron, algún otorrino le trató de loco, pero él sabía que era cierto, la certeza de su sufrimiento era la mejor prueba. Cuando tomó la decisión de provocarse la sordera hubo de asumir que debería hacerlo por sus propios medios, y así lo hizo. El dolor fue menor del esperado, como premio pudo recuperar la paz del silencio. Pero ... el ruido había vuelto, era evidente que no podía oír, pero estaba ahí, monótono, constante, ganando en intensidad, devolviéndole a la locura.
Todo comenzó dos años atrás. Un ligero soniquete se escuchaba de fondo, una especie de deslizamiento continuo. No hizo demasiado caso los primeros días. Apenas lo percibía antes de dormir y luego desaparecía en medio de los ruidos cotidianos. Poco a poco fue creciendo en intensidad, tampoco hizo caso. Pensó en los problemas de columna y en los vértigos que ya había sufrido antes. Sin duda, se trataría de algo temporal, no merecía la pena perder un día de trabajo para ir al médico, ya pasaría.
En el transcurso de las semanas siguientes, el ruido fue ganando en intensidad, le costaba conciliar el sueño, no conseguía acostumbrarse al rumor constante de una especie de deslizamiento que iba a veces acompañado de otros sonidos más lejanos: un desagradable chisporroteo, un paño suave sobre un cristal, el deslizarse de una barquita sobre el agua estancada o el lejanísimo gigigigi de metal sobre metal.
Meses más tarde conocía ya la consulta del médico de cabecera y la de tres especialistas, sufrió las agujas de las analíticas, visitó cotidianamente la farmacia, se vio retratado en radiografías y visitó el interior del túnel del scanner del hospital universitario. Nada parecía ir mal, para su edad su cuerpo funcionaba como el mejor reloj de precisión. Sin embargo, el ruido seguía ahí y nada podía explicarlo, ni demostrar su existencia. Para entonces los sonidos, cada uno de ellos, se habían ido haciendo más intensos, dormir era todo un reto sólo posible gracias a la ingestión de somníferos. La visita al psiquiatra supuso toda una rendición sin condiciones, contraria a convicciones y a miedos profundos; y no hizo sino agravar una situación que hasta entonces supo contener. La negación del ruido o la simple sugerencia de su no existencia le condujeron a un estado de irascibilidad que nadie había conocido antes en su persona. Empezaron a creerle loco, el aislamiento se fue haciendo cada vez mayor, en el lugar de los amigos de siempre se veían ahora espacios vacíos.
Su vida, de natural solitaria, se tornó más sola aún. La baja laboral se alargó y alargó, la desocupación dejaba paso sólo a una idea fija, la de ruido. Podía distinguir el matiz de cada sonido ya insoportable, cómo variaba la composición de los ruidos presentes en cada momento a lo largo del día y cómo influían en sus cambios de carácter.
El eclipse de Luna le dio la clave del problema. Sorprendido, descubrió que mientras la Tierra se cruzaba entre el Sol y la Luna, el chapoteo de la barcaza sobre el agua del rápido se fue apagando, para volver a escucharse al final de aquella inusual conjunción astral. Ya no tenía a quién trasladar la hipótesis que cobraba fuerza en su mente: era el sonido producido por los astros más cercanos lo que escuchaba permanentemente. El continuo zumbido de fondo debía ser el de la traslación y la rotación de la Tierra, el chisporroteo diurno la actividad solar, el deslizamiento de la barcaza sobre aguas cada vez más bravas el giro de la Luna en torno a la Tierra y los pequeños sonidos metálicos el movimiento de los planetas más cercanos. Un pequeño estudio de un mapa astronómico le confirmó su teoría, ahí estaban Marte y Venus, y un poquito más lejos Júpiter, otros apenas perceptibles, debían ser planetas más lejanos.
Ideó mil y una fórmulas para demostrar que era esa la causa real de lo que otros creían locura. Se acercó con toda la esperanza a los viejos amigos, que poco a poco le fueron escuchando y aceptando que era cierto lo que decía. Paralelo a este proceso fue el de la vuelta a su ser normal en cuanto a costumbres, en todo menos en el mal, el ruido, que siguió estando ahí, aunque, a su parecer, menos insistente, menos agresivo.
La mejora fue un espejismo pasajero. El cúmulo de sonidos fue creciendo en intensidad: zum-zum-zum, chof-chof-chof, gi-gi-gi durante el día, zum-zum-zum, chap-chap-chap, gi-gi-gi durante la noche. Llegó a un punto insoportable. Conciliar el sueño se convirtió en una obsesión, las ojeras y la palidez se adueñaron de su rostro, perdió totalmente el apetito. De nada servían los tranquilizantes ni los tapones en los oídos; los sonidos, cada día más, parecían llegar a través de la solidez de su cuerpo y no a través del aire. No había nada que hacer. En un estadío de loca desesperación, previo a la total locura, decidió privarse de uno de sus sentidos: el oído. Los otorrinos negaron tal posibilidad, los cirujanos se negaron a intervenir.
Era lo único que podía hacer, eso o el suicidio ... y la cordura, aún no del todo perdida, cerraba la puerta a esta última posibilidad. Situó un pequeño punzón de punta roma en el interior de cada oído, a un grito apretó enérgicamente a ambos lados. Cuando recobró el conocimiento constató que apenas había sangrado, pudo moverse sin dificultad, el dolor era agudo, pero aún más fuerte era la sensación de paz. No podía escuchar nada. El silencio de la más plácida de las noches lo envolvía, lo llenaba todo. Pudo dormir.
No sin dificultades, se adaptó a la sordera en pocos meses. Aprovechó el tiempo libre de la baja laboral y la recuperada paz para estudiar con detalle el recuerdo de cada sonido y su correlato con el mundo del cosmos. Llegó así a alguna conclusión que resultó de verdadero interés para grupos marginales de la vida política y religiosa. El más llamativo, quizá, fue el ejercicio de demostración de la existencia de las esferas fijas en el camino hacia la práctica demostración tangible de la centralidad de la Tierra en un Cosmos ptolemaico. La realidad de una Tierra Centro del Universo, el Sol, la Luna y los Planetas girando en su entorno y el fondo eterno e inmóvil de las esferas fijas resumían, con ligeros matices, lo que había constituido su experiencia sensible durante dos años de obsesiva detestada escucha. No pudo entender, en un primer momento, que el relato de los resultados de su investigación diese lugar a un creciente movimiento de solidaridad en forma de invitaciones para contar su experiencia, e incluso de donativos para que continuara con su labor.
No fue necesario que pusiera coto a tanto desatino cuando alcanzó a darse cuenta de que era utilizado para fines que poco o nada tenían que ver con el sentido de su esfuerzo: explicar a otros y explicarse a sí las razones de su sufrida experiencia. El ruido había vuelto. Esquivó el sentido del oído y se infiltró a través de los otros sentidos: el olfato presentaba el olor a quemado del chisporroteante Sol y sugería su sonido; la Luna olía a agua salina y sugería el oleaje marino; el tacto de la comida sonaba a Venus y el de todo lo inorgánico a Marte, a Júpiter, a Saturno; las estrellas fijas eran gotas de lluvia sobre un cristal. La visión de cada punto de luz revelaba el movimiento de la Tierra y los ruidos que le acompañan; el entendimiento, sentido en cada célula de su cuerpo, mostraba un todo de armónica aparente desarmonía de ruidos reales.
Pocos se extrañaron por el fatal desenlace de tan largo proceso de enloquecimiento. En su tumba puede leerse:

En la vida,
somos ruido;
en la muerte,
busco el silencio de los astros.

(Jaén)

La vaca / Idries Shaha

La vaca / Idries Shaha Había una vez, hace mucho tiempo, una vaca. No había en el mundo entero un animal que diera regularmente tanta leche y de tan alta calidad.

La gente llegaba de todas partes para ver este prodigio. Los padres les hablaban a sus hijos de la dedicación con que la vaca realizaba la tarea que tenía encomendada. Los ministros de la religión exhortaban a sus rebaños a que la emularan a su manera. Los funcionarios de gobierno se referían a ella como modelo de comportamiento adecuado, y planeaban y pensaban cómo podría aplicarse en la comunidad humana. Todo el mundo, en suma, podía beneficiarse de la existencia de este maravilloso animal.

Sin embargo, la mayoría de la gente, absorbida como estaba por las obvias virtudes de la vaca, no consiguió observar una de sus características. La vaca tenía la siguiente costumbre: en cuanto se llenaba un cubo con su inmejorable leche, le pegaba una coz.


Tomado de La sabiduría de los idiotas. Cuentos de la tradición sufí. Madrid, Arca de la Sabiduría, 1998.